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jueves, 31 de diciembre de 2009

La protesta de ayer en la Plaza Grande (Por Esto!)

La protesta de ayer en la Plaza Grande
2009-12-31

Aplausos y crítica severa
Por Pedro R. Góngora Paz

Cuando un aplauso va acompañado de una crítica sana, vale más el aplauso.- Don Mario Menéndez Romero (1966)

Claro que tienen todo el sagrado derecho de protestar. Y sentimos que es un deber inalienable inconformarse contra todo lo que consideran injusto e incorrecto. Y aplaudimos estos actos cívicos. Y lo hacemos convencidos de la necesidad imperiosa que existe muchas veces de realizarlos.
Pero en lo que no podemos estar de acuerdo nunca, es que para realizar estos actos de protesta, se atropellen los principios de derecho más elementales de ciudadanos que tenemos la imperiosa necesidad de trabajar.

Y esto es, precisamente, lo que nos sucedió ayer a la 13:30 horas cuando cientos de automovilistas y yo quedamos entrampados en las calles de la Plaza Principal, en virtud de que los que protestaban bloquearon todos los espacios a la circulación vehicular. Y estamos hablando de un miércoles 30 de diciembre.
Pasaron los minutos, siguió pasando el tiempo y el nudo vehicular se hacía asfixiante. Resultaba inconcebible, para nosotros, que los jóvenes protestantes o sus líderes no comprendieran, no entendieran, que estos movimientos cívico-sociales no deben despertar antipatías en la comunidad, sino todo lo contrario. Deben causar simpatías, emociones y aplausos. No tenía ningún caso positivo alguno perjudicar a cientos de ciudadanos, comunes y corrientes, que teníamos obligaciones laborales que atender.
Nos bajamos de nuestro vehículo y nos dirigimos al grupo de jóvenes que bloqueaban la importante arteria de la calle 60 por 61 y les dijimos que simpatizábamos con su actitud de protesta pero que entendieran la necesidad que teníamos nosotros, simples ciudadanos, de continuar nuestras obligaciones laborales. Que no se perjudicaba en nada su protesta si nos permitían un carril para transitar y desahogar el tráfico, aunque después que pasáramos todos los que estábamos atorados cerraran definitivamente la calle. “Les va a ayudar a ganarse simpatías”, les dijimos.
—Ni madres! Aquí no pasa nadie.
—¡Se te quiere colar el auto negro, páralo, páralo! —le indicó un muchacho a su compañero de aventura. Y era un angustiado automovilista que pretendía escabullirse en sentido contrario sobre la calle 61.
—¡Ni modos muchachos! —les dijimos y nos retiramos—. Así se van a ganar mucha animadversión, pero allá ustedes y sus líderes! Y nos retiramos para continuar encerrados en nuestros automóviles. Vimos a los posibles líderes de la protesta y nos entristeció el reconocer a dos de ellos. ¡Unos auténticos vividores de la ubre presupuestal!
Al gran rato se nos concedió, por parte de la policía municipal, realizar unas maniobras para transitar en sentido contrario, sobre la calle 60 hacia el sur, y meternos a la 63 y girar hacia el oriente.
Así, de esta manera y con estos malos procedimientos, una buena protesta se convierte en algo que se censura. Una protesta que puede causar simpatía, despierta antipatía.
Es una lástima y una pena porque, desde luego, hay muchas cosas por las que vale la pena protestar, siempre y cuando que dicha protesta sea para servir al bien común y no a los bolsillos de algunos vivales, como ha sucedido tantas y tantas veces. Y cuántas veces no hemos visto protestas que tienen como único objetivo la persecución de un fin políticos personal, sobre todo cuando se avecina una campaña electoral.
Ojalá que las esperanzas de bienestar, al que tenemos legítimo derecho los yucatecos, se alcancen y proyecten el próximo año en esta sufrida tierra del Mayab eterno. Son nuestros sinceros deseos.
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